¡Qué noche serena!
¡Qué lindo enlunar!
¡Qué linda barquilla
danzando en el mar!
Suave, todo el pasado -lo que hubo aquí de Lisboa- resurge para mí...
el tercer piso de las tías, el sosiego de entonces,
sosiego de variada especie,
la infancia sin futuro pensado,
el ruido aparentemente continuo de su máquina de coser,
y todo bien y a la hora,
de un bien y una hora propios, hoy muertos.
Dios mío, ¿qué hice de la vida?
¡Qué noche serena!
¡Qué lindo enlunar!
¡Qué linda barquilla
danzando en el mar!
¿Quién cantaba eso?
Eso allá estaba.
Recuerdo, pero olvido.
Y duele, duele, duele...
Por amor de Dios, detengan esto dentro de mi cabeza...
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