17 de septiembre de 2010

Pessoa ortónimo III: Episodios

La momia

I

Caminé leguas de sombra
desntro de mi pensamiento.
Florecíó al revés
mi ocio con lo inconexo,
y se apagaron las lámparas
en el cuarto tambaleante.

Pronto todo se vuelve
un suave desierto,
visto por mi tacto
desde los tapetes del cuarto,
no por mi vista.
Hay un oasis en lo incierto
y, como una sospecha
de luz por donde no hay grietas
pasa una caravana.

Olvido súbitamente
cómo es el espacio, y el tiempo
en vez de horizontal
es vertical.
El cuarto
desciende por no sé dónde
hasta no encontrarme.
Asciende un humo leve
desde mis sensaciones.
Me dejo de incluir
dentro de mí. No hay
aquí dentro ni allá afuera.

Y el desierto está ahora
vuelto hacia abajo.

La noción de moverme
olvidó mi nombre.
En el alma el cuerpo me pesa.
Me siento una cortina
colgante en la sala
donde yace alguien muerto.

Algo cayó
y tintineó en el infinito.

II

En la sombra Cleopatra yace muerta.
LLueve.

Abanderan el barco de modo equivocado.
Llueve siempre.

¿Para qué miras la ciudad lejana?
Tu alma es la ciudad lejana.
Llueve fríamente.

Y mientras la madre arrulla en el pecho un hijo muerto -
todos nosotros arrullamos en el pecho un hijo muerto.
Llueve, llueve.

La sonrisa triste que sobra en tus labios cansados,
la veo en el gesto con que tus dedos no dejan tus anillos.

¿Por qué es que llueve?

III

¿De quién es el mirar
que acecha por mis ojos?
Cuando pienso que veo,
¿quién continúa viendo
mientras estoy pensando?
¿Por qué caminos prosiguen,
no mis tristes pasos,
sino la realidad
de tener pasos conmigo?

A veces, en la penumbra
de mi cuarto, cuando
para mí mismo
en alma apenas existo,
toma cualquier otro sentido
en mí el Universo -
es una mancha confusa
de ser consciente sobre
mi idea de las cosas.

Si encendieran las velas
y no hubiese apenas
la vaga luz de afuera -
de no sé qué lámpara
escondida en la calle-
tendría hoscos deseos
de no haber nada más
en el Universo y en la Vida
que el oscuro momento
de mi vida presente:

un momento afluente
de un río en devenir
olvidarse de ser,
espacio misterioso
entre espacios desiertos
cuyo sentido es nulo
y sin ser nada la nada.
Y así la hora pasa
metafísicamente.

IV

Mis ansiedades caen
por la escalera.
Mis deseos se columpian
en medio de un jardín vertical.
En la momia la posición es absolutamente exacta.

Música lejana,
música excesivamente lejana,
para que la vida pase
y la cuchara olvide el gesto.

V

¿Por qué abren las cosas sus alas para que pase?
Tengo miedo de pasar entre ellas, tan detenidas conscientes.

Tengo miedo de dejarlas atrás al abandonar la máscara.

Pero siempre hay cosas detrás de mí.
Siento sus ojos ausentes al mirarme, y estremezco.
Sin mecerse, siento las paredes vibrar en mí.
Hablan conmigo las sillas sin voz para decirme nada.
Los dibujos del mantel cobran vida, cada uno es un abismo.
Reluce sonriente conbios invisibles
la puerta al abrirse conscie
sin que la mano sea más que un camino para abrirse.
¿Desde dónde me miran?
¿Qué cosas incapaces de mirar están mirándome?
¿Quién acecha todo?

Las aristas me observan.
Realmente sonríen las paredes lisas.
Sensación de ser tan sólo mi columna.

Las espadas.

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