18 de septiembre de 2009

Breve novela policial

D abrió los ojos en la puerta del cuarto. El destello naranja le repugnó. La túnica de Dionisio, se dijo. Revolvió los bolsillos del abrigo, encendió un Montecristo del 4 y se quitó el sombrero. Arrodillado, acercó los dedos a la mancha. Sangre. Lo que esperaba, lo leído. Seca, de días. El foco desnudo, la pared, el suelo sucio, sin detener la náusea. Caminó en círculos, abrió y cerró ventanas, revisó la puerta con cuidado. Una habitación cerrada, y el hombre estaba solo. Nada más. Y el olor, repulsivo en esa desnudez de hospital. Puso el cerrojo, decidido a ignorar todo menos la evidencia.

Tres vueltas. Ni una pista. Volvió a la mancha. Silencio. Tres tiros. D cerró los ojos en el centro del cuarto. Lo último que vio fue la puerta cerrada. El destello naranja se hizo negro. La túnica de Dionisio, dijo. Sonriente, se desplomó sobre la mancha de sangre.

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