23 de octubre de 2010

Tercera de El guardador de rebaños

III
Al atardecer, asomado por la ventana,
y sabiendo de soslayo que hay campos enfrente,
leo hasta arderme los ojos
el libro de Cesario Verde.
¡Qué pena me da! Era un campesino
preso en libertad por la ciudad.
Pero el modo en que miraba las casas,
y el modo en que atendía a las calles,
y la manera en que entendía las cosas,
son de quien mira los árboles,
y de quien baja la vista por donde camina
y se da cuenta de que hay flores en los campos...
Por eso tenía esa gran tristeza
que nunca dijo bien tener,
sino que caminaba por la ciudad como quien camina por el campo
triste como aplastar flores en los libros
y poner plantas en jarros.

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