11 de marzo de 2010

Un texto de Israel Sevilla (+)

En este oficio de Césares, hay asuntos incomprensibles, limitados a la razón que tenemos. Las RPM del tocadiscos, y el sonido del grafito pintando rayas sobre el papel, terminan en una sinfonía de corte lento y contenido suave como tonada de organillero que asoma por las ventanas del edificio en que toda la cuadra es una polifonía, y vuelvo a servir los vasos, dos hielos, un tanto de agua y luego alcohol. Cómo paso todos los días llenando los apartados en el correo con cartas en montones y el sol se pone para la salida. Se deja los rayos, el amarillo se putrefacta en rojo y todo el cielo es un embrión de gallina; camina bajo su plasma que sigue interminable por las cuadras de putas defecas con mechones pálidos, sexos rasurados o pelos hasta los dientes, no importa cuánto te joda andar por la ciudad, sólo tienes dos pies, lo suficiente para llegar a la parte alta del barrio, donde la gente carga rosarios de cuentas faltantes y pesadas bolsas de despensa, más arroz que carne, cada vez más hartos de trabajar para comer. La noche es el inicio de la jornada y todos quisiéramos ser putas para gozar y tragar chorros de semen, mientras conoces gente.

Vas rápido con tu marchar de botas nazi, pensando pensando en que tu autor favorito fue un S. S. que no pudo hacer mejor cosa que las ruinas y la cámara de gas, donde vas a meter las cabezas de estos pupas que se cruzan por tu camino, la maricona te rotorna cuando te enseña las tetas silicónicas y te pide cartuchos que disparar moviendo la lengua de dragona, siente el ácido blanco caramelo de limón bajando por su garganta, coca, LSD, láudano, del ecudal a la dolofina, kif y banistería caapi, un poco de ácido ascórbico para evitar la gripe. La maricona se vuelve a llevar los dedos a la boca para otra pastilla mentolada, viéndote la espalda otra vez vuelve a suspirar profundamente y se queda en un menos cuarto para las nueve, tienes las cuerdas desatadas y tu mejor grupo se infla entre bandas de gays, ya no son los mismos sonidos violentos de las primeras grabaciones. Con la nueva alta definición y los procesos del noise-reduction, lavado en seco y tapa abre fácil, necesitas 6 minutos para prepararte una comida deshidratada y menos de cinco para tener lista la jeringa, un orgasmo en diez y lo mismo puedes ir a cagar. La velocidad de la vida aumentó, piensas mientras huyes de las nubes y el sol que termina de ponerse, caminando hasta que llegas al piso de arriba.

Tienes los vasos y los hielos, es hora de servirte más, con certeza preparas los tragos hasta terminar la noche, las venas bombean en forma zigzagueante un laúd de sangre cuando chocan los hielos con mis dientes y las burbujas de mineral me tocan el estómago. El sonido de los tacones de la maricona entre el ruido vecinal de las mujeres gritando maldiciendo a los puercos de la mierda pocilga, las pulgas arrebatadas por el calor y la falta de luz, el ruido de los animales que se desprenden de las paredes y el techo babea injertos, mientras la maricona sube rítmicamente con las nalgas paradas y los labios llenos de semen, solamente tú sabes si pagas por su embarradero, mamado hasta el hartazgo por los leñones de los encerdados barrios cercanos.

Así que voy a tirarme sobre las colchas, ahora se te encima, las tetas y la fruta de la cocina se pudren, mientras le metes dedo por las tangas y le acaricias el ojete hasta los labios fofos y le haces saltar en espasmos sudorosos cuando le abanicas el fenómeno clítoris de una pulgada, me palpo nuevamente el conjunto labial deseando haberme decidido matar a la maricona, vieja, la muy puta, de mi madre.


*Publicado originalmente en la plaquette colectiva Ceci n'est pas une pipe, ITESMCQ y ARTE-DIEM Promotores Culturales, México, 1999. Es uno de los pocos textos que se conservan del autor, prematuramente fallecido.

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